Ojos de gato

Las luces de las farolas

invadían las calles dejando un rastro de calor. Un grupo de gatos callejeros rondaban por la calle, persiguiendo a un indefenso ratón negro de cola gris. Mientras continuaba mi camino hacia ninguna parte, observe como uno de los gatos callejeros, que había declarado la guerra al ratoncito de antes, se acercaba a mí.

Me agache para acariciarle suavemente el lomo, cuando note su delgadez.

El gato empezó a lamerme uno de mis zapatos con ansia y abandono. En ese momento contemple su rostro oscuro velado por dos ojos azul lapislázuli que hubiesen deslumbrado a los barcos antes de llegar al puerto. Cogí al indefenso animalito, le puse mi vieja chaqueta, recién lavada con olor a lavanda sobre él, lo acerque a mi pecho y le lleve hasta mi humilde casa, para que al menos los dos tuviésemos compañía.

Flores blancas, estrella apagada.

El tiempo pasa sin darnos cuenta,
pero no se olvida la pena.
El dolor de tu ausencia,
el sonido de tus palabras,
el brillo de tu mirada.
Tu sombra se quedó en el pasillo
y tu olor en las sabanas.
Tus palabras en mi cabeza están grabadas.
Flores blancas se marchitan cada año, cubridas
por un manto de gris telaraña.
Cada noche te recuerdo sobre sabanas blancas,
sonriendo.
Te costaba verme, y a mí reconocerte.
Te imagino cuando se esconde el Sol, mirando hacia
el cielo. La única estrella que hay en el cielo.
Y cada día, desde que era niña te mando un beso.
Te quiero.