Ojos de gato

Las luces de las farolas

invadían las calles dejando un rastro de calor. Un grupo de gatos callejeros rondaban por la calle, persiguiendo a un indefenso ratón negro de cola gris. Mientras continuaba mi camino hacia ninguna parte, observe como uno de los gatos callejeros, que había declarado la guerra al ratoncito de antes, se acercaba a mí.

Me agache para acariciarle suavemente el lomo, cuando note su delgadez.

El gato empezó a lamerme uno de mis zapatos con ansia y abandono. En ese momento contemple su rostro oscuro velado por dos ojos azul lapislázuli que hubiesen deslumbrado a los barcos antes de llegar al puerto. Cogí al indefenso animalito, le puse mi vieja chaqueta, recién lavada con olor a lavanda sobre él, lo acerque a mi pecho y le lleve hasta mi humilde casa, para que al menos los dos tuviésemos compañía.

La historia de siempre


La historia se repite,
con la misma protagonista
y el mismo guión.

En el primer acto aparece
el engaño y en el segundo
el dolor.

No hay descanso para el
daño ni pausa para las
lágrimas.

Al final solo hay burlas
y falsas esperanzas.
Siempre la misma pauta.

No veo el final de la actuación
porque siempre es el mismo final.
Tú vencedora y yo en el umbral.